domingo, 15 de enero de 2012

Paulo Coelho: Cosas que suceden en el camino

Lo que es importante El maestro paseaba por un campo de trigo cuando se le acercó un discípulo: «No sé distinguir el camino verdadero. ¿Cuál es el secreto?». «¿Qué significa ese anillo en tu dedo?», preguntó el maestro. «Me lo dio mi padre antes de morir». «Pues dámelo». El discípulo obedeció, y el maestro tiró aquel anillo en medio del campo de trigo. «¿Y ahora?», gritó el discípulo. «¡Tendré que dejar todo lo que estaba haciendo para encontrar el anillo! ¡Significa mucho para mí!». «Cuando lo encuentres, recuerda que tú mismo has respondido a la pregunta que me has hecho. Así es como se distingue el verdadero camino: es más importante que todo lo demás». 

Juan Manuel de Prada: Doctrina social

Muchos católicos creen que sobre las realidades sociales, políticas y, muy especialmente, económicas no pueden hacerse juicios de naturaleza teológica o moral, por pertenecer dichos ámbitos a una esfera enteramente secular. Por eso, cuando hablan de economía, aceptan categorías radicalmente anticristianas, sin examinar los presupuestos antropológicos o, más precisamente, teológicos, que convierten la economía moderna en un nuevo Moloch al que alegremente se sacrifican millones de vidas humanas. Pero renunciar al análisis de estas realidades desde presupuestos teológicos y morales es tanto como dimitir de la fe. 
A finales del siglo XVIII, con la revolución de Adam Smith, los economistas quisieron liberar la economía de la teología; después, a lo largo del siglo XIX, los economistas quisieron desvincular la economía de la teoría política, hasta llegar a la situación presente, en que la economía se ha convertido en una ciencia cada vez más abstracta y matemática (pero de una matemática que siempre yerra, por cierto).

Arturo Pérez Reverte: Los jóvenes reporteros nunca mueren

Hace unos días volví a ver la película que rodó Gerardo Herrero sobre Territorio comanche; que más que novela era un trozo de memoria personal con la ficción justa para aliñar la cosa. Rodada en escenarios tan naturales como la guerra misma, la película resiste el paso del tiempo; con la particularidad de que, al mostrar un Sarajevo agitado por los últimos coletazos del asedio serbio, contiene un valor documental extraordinario. Por mucho dinero que se metiese en la producción, sería imposible reconstruir hoy el sombrío decorado de esa ciudad destruida y peligrosa. El caso es que he visto de nuevo la película, como digo, refrescando el recuerdo que de ella conservaba: cierta cómica incomodidad cuando Imanol Arias, que en la peli hace de mí, o casi, se muestra demasiado nervioso bajo el fuego –un reportero veterano, le decíamos sin éxito, siente la guerra con los ojos, no con los oídos–, y una sonrisa cómplice ante el modo con que Carmelo Gómez interpreta el papel del cámara de televisión José Luis Márquez; que a mi juicio, y también al del propio Márquez, es una de las mejores interpretaciones de su espléndida carrera de actor.

Carmen Posadas: No es obligatorio

El otro día, hablando con una amiga que acaba de divorciarse, me señaló algo en lo que yo no había caído. «Ya ves –me decía medio en serio, medio en broma–, además de todo el sufrimiento que produce una separación, encima tengo que volver a la adolescencia, pintarme la pestaña, ponerme minifalda (a mis años) y salir por ahí a buscar novio, vaya trabajera». En efecto, en este mundo de estereotipos fijos en el que todos estamos instalados, `rehacer tu vida´ se ha convertido en una especie de mandato divino obligado por ese pagano y a la vez tiránico dios que decide lo que está bien visto y lo que no, lo que mola y lo que no mola. «Ahora tienes que rehacer tu vida» es una especie de mantra que amigos –y no tan amigos– repiten como queriendo hacerle un favor a uno. Como si no existieran otros intereses, otras alegrías, otros amores igualmente importantes. Peor aún, como si la vida del desparejado –todavía más si es mujer– quedara anulada por completo, igual que la de esas viudas de la India a las que quemaban vivas en la pira funeraria de sus maridos. Yo creo que esta es otra de las tontas ideas prefabricadas que habría que erradicar. Primero, porque es completamente falso que lo más importante en la vida sea tener pareja. Es algo agradable, deseable sin duda, pero yo pienso que quien cifra su felicidad en una sola persona, por muy extraordinaria que sea, tiene todas las papeletas para ser desgraciado.