jueves, 5 de diciembre de 2013

Elemantal, querido Freud... o tal vez no tan elemental: Carmen Posadas

Ando leyendo estos días una fascinante y muy gruesa biografía de Freud escrita por Peter Gay que me ha permitido hacer no pocos descubrimientos sobre la naturaleza humana. Lo más curioso del caso es que basta con conocer ciertos detalles de la vida más privada de este personaje fundamental del siglo XX para comprender cómo y por qué elaboró sus teorías. Sus estudios sobre el incesto, el complejo de Edipo o su punto de vista sobre la homosexualidad, por ejemplo, tienen su raíz en circunstancias perfectamente reconocibles de su vida. Hoy quiero hablarles de una, quizá no la más importante, pero que me ha llamado la atención porque corresponde a una mezquindad humana bastante habitual y, a la vez, difícil de entender para quien la sufre. En mi cósmica ignorancia desconocía que el verdadero inventor del psicoanálisis no fue Freud, sino otro colega suyo de nombre Breuer que, junto con su paciente, Bertha Pappenheim, mundialmente famosa ahora bajo el seudónimo de Anna O, pergeñaron un método de curación a través de la palabra, que ella llamaba muy gráficamente «limpieza de chimeneas», y que es el germen de lo que conocemos como psicoanálisis.
Sin embargo, lo que más me interesó de este dato no fue tanto el hecho de que descubrimiento tan renombrado no fuera de Freud, sino su reacción al respecto. Por lo visto, una vez que Freud abrazara dicho método de curación, comenzó a distanciarse de Breuer.