lunes, 20 de febrero de 2017

El destino de nuestros ahorros: Juan Manuel de Prada

Si entre mis lectores se cuenta algún modesto ahorrador, habrá observado que desde hace algún tiempo los bancos ya no le pagan intereses; o, en todo caso, le pagan unos intereses birriosos, que ni siquiera mitigan los efectos de la inflación. Si este modesto ahorrador se queja en el banco donde guarda sus ahorros, le responderán -tratando de excitar su codicia- que, si desea obtener mayor rendimiento, deberá meter sus ahorros en un ‘fondo de inversión’. Pues la consigna de la canalla financiera es obligar a los ahorradores a participar de estos enjuagues, so pena de que sus ahorros se devalúen. Conviene, sin embargo, que sepamos cuál es el destino de nuestros ahorros, antes de dejarnos excitar por la codicia.
En otras épocas, los bancos recibían el dinero de sus depositantes y lo empleaban para hacer préstamos a empresas y particulares, a cambio de un interés que servía para que el dinero de sus depositantes no se devaluase, así como para que el banco obtuviese unos legítimos beneficios.

sábado, 11 de febrero de 2017

El arte de hacer el ridículo: Carmen Posadas

Siempre he sido muy sensible al ridículo, tanto propio como el que veo en los demás. El sentido del ridículo propio es un arma de doble filo; por un lado evita a uno hacer el canelo, pero por otro puede resultar paralizante, sobre todo cuando se es tímido y necesita ese puntito de arrojo para afrontar situaciones que los más despachados superan con soltura. En cambio, ser capaz de ver la ridiculez ajena siempre es útil y redentor. Dickens, en una de sus novelas, por ejemplo, relata cómo un pobre contable encontró la manera de sobrevivir a eso que ahora llamamos ‘acoso laboral’. Recrearse en la ridícula ensaimada capilar que su jefe entretejía sobre su cabeza y que pegoteaba a su calva con cierto unto que hacía que orbitasen sobre ella como planetas varias moscas verdes y gruesas. Decía La Rochefoucauld que si en un hombre no aparece un lado ridículo es que no hemos mirado bien. Hasta los más célebres lo tienen. También, o tal vez deberíamos decir sobre todo, lo tienen los autoritarios. Julio César, por ejemplo, era calvo y cabezón; Napoleón, bajito y oviforme; Franco tenía voz de tiple; mientras que el bigote de Hitler es de los más risibles que ha dado la historia.

los gatos habitan con nosotros desde hace 10.000: Fernando González-Sitges

Amados y odiados a lo largo de la historia, deificados y demonizados, se hicieron un lugar en nuestras vidas manteniendo lejos de nuestras cosechas a todo roedor. Sin embargo, más que domesticarlos, a los gatos les hemos dejado convivir con nosotros: son el único animal doméstico que no se rinde a nuestro dominio. ¿Por qué?
El cazador se aplasta contra el suelo. Delante, a pocos metros, su presa come brotes tiernos sin advertir el peligro. Cazador y presa son del mismo tamaño, pero el primero va realmente armado.
Poderosos colmillos, afiladas garras, una agilidad prodigiosa… El arsenal de un cazador consumado. Con el sigilo de una sombra, el felino se acerca un poco más a su objetivo. Sus ojos de cazador están diseñados para ver perfectamente en la penumbra y aun en la oscuridad de la noche. Mientras su presa apenas ve las hierbas que come, él registra cada detalle del entorno. Sus músculos se tensan marcando el momento previo al salto. De pronto, el felino surge de la oscuridad con una velocidad inesperada. En segundos, el conejo ha muerto, estrangulado. Una voz entonces saca al felino del mundo salvaje de su instinto. La mujer que lo acoge en su casa lo llama anunciando una cena apetitosa y un refugio caliente y cómodo. Como si la voz humana lo hubiera transformado, el gato suelta su presa y con elegante suficiencia se encamina a su hogar avisando de su llegada con suaves maullidos.