Si entre mis lectores se cuenta algún modesto ahorrador, habrá observado que desde hace algún tiempo los bancos ya no le pagan intereses; o, en todo caso, le pagan unos intereses birriosos, que ni siquiera mitigan los efectos de la inflación. Si este modesto ahorrador se queja en el banco donde guarda sus ahorros, le responderán -tratando de excitar su codicia- que, si desea obtener mayor rendimiento, deberá meter sus ahorros en un ‘fondo de inversión’. Pues la consigna de la canalla financiera es obligar a los ahorradores a participar de estos enjuagues, so pena de que sus ahorros se devalúen. Conviene, sin embargo, que sepamos cuál es el destino de nuestros ahorros, antes de dejarnos excitar por la codicia.
En otras épocas, los bancos recibían el dinero de sus depositantes y lo empleaban para hacer préstamos a empresas y particulares, a cambio de un interés que servía para que el dinero de sus depositantes no se devaluase, así como para que el banco obtuviese unos legítimos beneficios.