domingo, 20 de julio de 2014

El club de las segundas esposas: Carmen Posadas

A raíz de la reedición de mi libro El síndrome de Rebeca, que habla de cómo influye la sombra de un amor anterior en la vida de una persona, he tenido oportunidad de conocer a Maite. Ella junto con su «compi de fatigas», como muy gráficamente la denomina, han fundado el colectivo de las Segundas Esposas. La idea es dar visibilidad a un problema que pasa del todo inadvertido en la sociedad de hoy, a las situaciones grotescas, increíbles y casi siempre injustas que se producen como consecuencia de los dictámenes de ciertos jueces de familia después de una sentencia de divorcio. He aquí algunos casos. Elena Porras, que ha escrito un libro titulado Calla y paga, explica en él cómo su novio, que está divorciado, al quedarse en el paro solicitó modificar la pensión que hasta entonces pasaba a su ex. El juez no solo no la disminuyó, sino que decretó que, si él no tenía dinero, debía ser Elena quien pagase algo que tiene todos los visos de ser ilegal, puesto que no se puede obligar a alguien a pagar deudas que no son suyas.
El caso de E. aún es más increíble. Su marido también perdió su trabajo. La sentencia de divorcio de su primer matrimonio lo obligaba al pago de la hipoteca de la casa en la que ahora vive su hijo con su ex y su actual pareja. Muy bien, pues resulta que E., que acababa de dar a luz gemelas, se encuentra ahora con el siguiente panorama. La jueza, al no poder el atribulado padre hacer frente a su compromiso por estar en paro, ha embargado el finiquito de la empresa en la que él trabajaba y también su prestación por desempleo sin tener en cuenta para nada a las dos recién nacidas de su unión con E., que, según esto, deben de ser hijas de segunda clase o algo así. Otro caso curioso es el que se produce con las herencias. Al morir su suegra, M. se llevó la sorpresa de ver cómo el dinero que recibió su marido fue a parar íntegro a su ex para gastos del hijo mayor, mientras que los habidos en el segundo matrimonio no recibieron nada. Como consecuencia de todas estas situaciones, la vida de muchos hombres divorciados está actualmente tan judicializada que parece una carrera de obstáculos. Organizar unas simples vacaciones es toda una odisea y no digamos hacer un viaje al extranjero, puesto que acontecimientos como estos se prestan siempre al chantaje: «O me das esto y lo otro, o el niño no se mueve de casa, etcétera».
Como es fácil de deducir, casos como los que acabo de reseñar son efectos colaterales de injusticias anteriores. Después de que la ley favoreciera durante siglos los derechos de los hombres frente a los de las mujeres, ahora nos hemos ido al otro extremo del péndulo. Al producirse un divorcio, se tiende a discriminar positivamente a favor de la que se considera la parte más débil, es decir, la mujer. Por supuesto eso está muy bien, pero siempre que se haga con criterio, y no como norma sin tener en cuenta las circunstancias de cada caso. Al final, como bien dice Maite, las discriminaciones son siempre horribles, aunque sean positivas. Pero lo más lamentable, a mi modo de ver, es la santa omertá o ley de silencio que parece haberse instaurado alrededor de este problema. Algunas voces se han alzado para denunciarla, pero, hasta ahora, con poco éxito. Existe, por ejemplo, una Plataforma Ciudadana por la Igualdad, liderada por un juez sevillano, pero su labor se ha visto seriamente amenazada por los lobbies feministas más furibundos.
Hace apenas unos días, una sentencia pionera ha dado la razón a un padre que reclamaba que se pagase a medias el viaje de su hijo para pasar con él los días que le correspondían.

martes, 14 de enero de 2014

Carmen Posadas: Pensar con el estómago

Esta semana, aprovechando que estamos en fiesta, me voy a colgar una medallita. Hace unos meses, en estas Pequeñas infamias, compartí con ustedes una intuición -y nunca mejor dicho que en ese caso- que recientes investigaciones estadounidenses acaban de corroborar. Mi intuición era que, en un mundo en el que todos creemos que existen modos habituales de tomar decisiones, hacer caso a los impulsos del corazón o, por el contrario, a lo que dicta la cabeza, resulta que uno y otra fallan más que una escopeta de feria. En cambio, las decisiones que se toman atendiendo a otra víscera mucho menos glamurosa, y a la que desde luego ningún poeta ha dedicado ni una mísera línea, son más acertadas. Hablo del estómago, las entrañas, que es donde todos situamos la intuición, las decisiones más irracionales. Ahí va un ejemplo. Conoce uno a un hombre o mujer sensacional. Las hormonas se revolucionan, los pulsos laten locos y cada vez que él o ella nos mira nos sube la bilirrubina. 
Acto seguido, siguiendo los dictados del corazón, uno diagnostica que ha encontrado a su media naranja, se abandona al delirio y salga el sol por Antequera. Y lo curioso del caso es que lo hace así varias veces a lo largo de la vida, a pesar de que no hay más que mirar el currículum sentimental de cualquiera para darse cuenta de que todos tenemos un impresentable, un tonto o incluso un canalla elegido gracias a esta víscera que seguimos creyendo infalible.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Elemantal, querido Freud... o tal vez no tan elemental: Carmen Posadas

Ando leyendo estos días una fascinante y muy gruesa biografía de Freud escrita por Peter Gay que me ha permitido hacer no pocos descubrimientos sobre la naturaleza humana. Lo más curioso del caso es que basta con conocer ciertos detalles de la vida más privada de este personaje fundamental del siglo XX para comprender cómo y por qué elaboró sus teorías. Sus estudios sobre el incesto, el complejo de Edipo o su punto de vista sobre la homosexualidad, por ejemplo, tienen su raíz en circunstancias perfectamente reconocibles de su vida. Hoy quiero hablarles de una, quizá no la más importante, pero que me ha llamado la atención porque corresponde a una mezquindad humana bastante habitual y, a la vez, difícil de entender para quien la sufre. En mi cósmica ignorancia desconocía que el verdadero inventor del psicoanálisis no fue Freud, sino otro colega suyo de nombre Breuer que, junto con su paciente, Bertha Pappenheim, mundialmente famosa ahora bajo el seudónimo de Anna O, pergeñaron un método de curación a través de la palabra, que ella llamaba muy gráficamente «limpieza de chimeneas», y que es el germen de lo que conocemos como psicoanálisis.
Sin embargo, lo que más me interesó de este dato no fue tanto el hecho de que descubrimiento tan renombrado no fuera de Freud, sino su reacción al respecto. Por lo visto, una vez que Freud abrazara dicho método de curación, comenzó a distanciarse de Breuer.

domingo, 20 de octubre de 2013

El amor es para quien lo trabaja: Carmen Posadas

Desde que el mundo es mundo, la gente intenta comprender ese extraño fenómeno del que Ovidio dio la que para mí es una de sus más certeras definiciones. Según él, el amor es un no sé qué que viene no sé por dónde, se va no sé por qué y a veces incluso mata. Ese no sé qué ha hecho, por ejemplo, que los psicólogos se devanen los sesos intentando teorizar sobre él. Sin embargo, hasta finales de los ochenta se interesaban primordialmente por su lado patológico. Es decir, trataban de comprender las razones clínicas por las que algunas personas no eran capaces de amar y otras amaban en exceso sin interesarse por averiguar cómo aman las personas como usted y como yo, la gente normal.
Según el psicólogo Robert J. Sternberg, uno de los primeros en investigar sobre lo que podríamos llamar el amor sano, se trata de una relación interpersonal que se caracteriza por tener tres componentes: pasión, es decir, un estado de intenso deseo sexual; afinidad o, como se dice ahora, estar en la misma onda; y, por fin, compromiso, que él define como la intención de las partes de mantener el amor y formalizarlo de alguna manera. Sobre estos tres vértices se sustenta tal sentimiento, y las diversas combinaciones de dichos elementos dan como resultado siete tipos de amor diferentes, sabiendo que las relaciones que se apoyan en uno o dos de estos vértices son más frágiles que las que se apoyan en los tres.

jueves, 15 de agosto de 2013

La vida es como los espejos: sonríeles y te sonreirán; ponles mala cara y te resultarán siniestros.

Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo vivir».

viernes, 9 de agosto de 2013

Spieler

Si siembras un deseo, recogerás una acción; si siembras una acción, recogerás un carácter; si siembras un carácter, recogerás un destino. Spieler