Leo en ABC que ha sido detenida una patulea de
pederastas (y van...) de lo más variopinto, entre cuyos miembros figuran un
taxista, un electricista en paro, una quiosquera, un inspector de Hacienda, un
barrendero, un informático, un jubilado y un mozo de almacén; lo que parece
indicar que la plaga de la pederastia se ha hecho endémica y colonizado todas
las clases sociales.
No hay semana que no se nos anuncie la detención de una
patulea semejante, a veces organizada a modo de «red social» o grupo de intercambio
o trueque, a veces formada por individuos que actúan «por libre». Y, sin
embargo, que tales anuncios o noticias hayan llegado a convertirse en
rutinarios no provoca ninguna reflexión de calado en la sociedad, que respira
aliviada o satisfecha ante la montaña de detenciones, sin preguntarse la razón
de que tales detenciones no sean excepcionales, como se supone que excepcional
debería ser la aberración sexual que las provoca. Pero lo cierto es que la
pederastia se ha convertido -o se está convirtiendo- en una desviación
frecuente, habitual y contagiosa, casi una pandemia colectiva; y las pandemias
se combaten diagnosticando sus causas, no persiguiendo sus consecuencias (o
persiguiéndolas tan solo después de haber diagnosticado sus causas). Pero las causas
de esta pandemia son demasiado injuriosas para una sociedad que ha hecho de la
eliminación de los frenos morales una orgullosa -conquista del progreso-; y
así, de conquista en conquista, acabaremos orgullosamente en el fondo del pozo. Pero este sería el asunto de otro artículo (que, por lo demás, ya he escrito en otras ocasiones, aumentando mi fama de retrógrado); lo que me ha llamado la atención de la noticia que daba cuenta de la detención de esta última (o penúltima, o antepenúltima) patulea de pederastas es el método empleado para «localizarlos geográficamente». Se trata de una «herramienta informática» llamada «Gnuwatch», un programa que «no solo busca y encuentra archivos con nombres de contenido pornográfico, sino que es capaz de rastrear el hash de estos archivos, una especie de ADN o número de serie que individualiza cada foto o vídeo que circula por Internet». La definición no parece del todo cierta, pues en la misma noticia se nos anuncia que uno de los detenidos, un tipejo que grababa a una chiquilla de trece años mientras se bañaba con una cámara oculta, estaba siendo investigado para determinar si tales filmaciones «las había distribuido en
A cualquier bien nacido le parecerá de perlas que
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