miércoles, 11 de mayo de 2011

Zapatero, en el túnel del tiempo

En este primer mitin se ve la clara intención de Zapatero de intervenir en su ciudad natal bajo el traje de presidente del Gobierno de España y, a la vez, de buscar el reencuentro (o posible reconciliación, tanto de él como de su esposa) con la localidad donde adelantó que desea vivir dentro de un año. Cambio de posición de presidente a ciudadano común, con el argumento de un túnel —que dividía la ciudad y que también le separó a él en ocasiones de los suyos— de fondo. Túnel que cruzó psíquica y físicamente, con una visita en la que su propia esposa cuando, tras saludar al alcalde de León con un «¡cuánto tiempo!», éste le responde que «no tienes que justificarte». 
Un Zapatero enérgico, señalando con su dedo acusador y moviendo un extremo del labio en señal de dura crítica cuando se trata de indicar que el paro de hoy es fruto de los excesos del pasado, pero que también se muestra inseguro y titubeante (humedeciendo los labios con la lengua) y con cierto miedo o vergüenza (levantando constantemente las cejas y moviendo los ojos de un lado a otro mientras asegura que «tengo muchas obligaciones, muchas responsabilidades y no siempre puedo ver las cosas que hacemos»), que luego compensa apretando el puño con determinación para afirmar: «Hemos ganado el futuro» para León. 

Similar ambivalencia se muestra cuando asegura que dentro de un año vivirá en esta ciudad de forma continua y permanente,mientras gira y mira hacia afuera (como en señal de escape o buscando la mirada o complicidad de otra persona) o intercala múltiples gestos de afirmación con la cabeza con alguno fugaz de negación al dar las «gracias por hacerme sentir tan bien en León, mi tierra», en un mitin en el que el partido tuvo que emplearse a fondo para completar aforo, y no lo logró. León, principio y fin de estación en su viaje de ocho años.

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